uncientovolando

¿Quién necesita al hombre del mañana?

Con el tiempo y las conversaciones con otros fans me he dado cuenta que no soy al unico al que le ha pasado. La historia puede cambiar, pero el desarrollo es similar. El caso es que tras la adoración infantil hacia Superman muchos renegamos de él en la adolescencia para recuperar la fe ya como adultos. Hablaría de madurez, pero puede resultar irónico relacionarlo con un tipo en mallas o, bueno, conmigo mismo.

Mi primer contacto con los superheroes fue él. No conocía los cómics, de hecho no había visto un tebeo más allá de Mortadelo y Asterix, pero no era necesario. Superman trascendía las viñetas. Claro que también ayudaban las reposiciones de sus películas en la televisión y tener un videoclub casi al lado de casa. Me fascinaba el traje, la capa, la forma de volar y llegar siempre en el momento necesario, aunque supongo que también lo hacían los pasajes en Smallville, el descubrimiento de sus poderes en un ambiente rural que no quedaba muy lejos en lo formal de donde yo vivía. La fascinación llegó a tal punto que le pedí a mi madre que me hiciera un disfraz del último hijo de Krypton para carnaval, quizás para asegurarme de que si algún día aparecían mágicamente esos poderes tendría un traje adecuado.

Pasan los años, llega la adolescencia y ese héroe de mallas azules y calzoncillos por encima deja de llamarte la atención. El que mola es Batman, con sus gadgets, su cueva, moviéndose entre las sombras, enfrentándose a los malos de cerca. Un tipo hecho a sí mismo con tan solo voluntad y la herencia millonaria de sus padres muertos. Para esa época ya había entrado de lleno en los tebeos y, aunque mayoritariamente leía cómics Marvel, Batman se había convertido en sujeto de interés dentro de la distinguida competencia. Pero como dijo Nacho Vigalondo en su hilo de twitter sobre Superman III (Richard Lester, 1983): “Batman es una fantasía adolescente, Superman es una aspiración adulta”.

Batman es un gran personaje y puede funcionar muy como jugador dentro del panorama superheroico. Hay quien podría considerarse incluso mejor personaje que Superman porque su lucha está más pegada a la tierra y se mueve en áreas grises propensas a conflictos morales más humanos, cosas más fáciles de escribir. Pero es tan solo una visión superficial del arquetipo. Si rascamos nos encontramos con fuentes místicas capaces de revivirte, asesinos inmortales y viajes en el tiempo. Batman puede ser un personaje más realista en algunos casos, pero la realidad es una trampa.

Los superhéroes viven en un mundo que se parece al nuestro, pero que no lo es. Tiene sus propios códigos y carece de algunas lecturas que sí serían necesarias en nuestro mundo. No se puede aplicar al universo superheroico normas realistas. Ni Superman ni Batman, ni ningún grupo de héroes, aguantan la puesta en la realidad. Alan Moore se encargó de enseñarnos esto en su Watchmen, donde el arquetipo de Batman se podría dividir entre un impotente Búho Nocturno y un libertario extremista, de dudosa higiene física y mental, Rorschach, mientras que Superman se podría ver reflejado en el todopoderoso Dr. Manhattan, quien en su escala de poder se cansa de los mundanos problemas de la humanidad y parte en busca de “un Universo más sencillo” (que bien podría ser el de los cómics, como bien aprovecha El Reloj del Juicio Final para su arranque).

Esta lectura desde la realidad se suele unir con varios elementos más en la crítica al último hijo de Krypton. Una de ellas es la aplicación del dictum de Acton, “El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”, que se refleja en muchas de las revisiones posmodernas del personaje desde realidades paralelas como Injustice o Red Son a relecturas como el Patriota de The Boys

Esto marida perfectamente con una pizca de mala interpretación del Übermensch de Nietzsche, quizá de ahí salen críticas, tan mordaces como falsas, como la que Tarantino pone en boca de Bill en Kill Bill 2. Reconozco que cuando vi la película asentía a cada palabra, pero ahí seguía con esa actitud de malote postadolescente que, siendo sinceros, nunca me ha pegado nada. En un monólogo muy propio de villano de cómic, Bill comentaba que, mientras que otros usan su identidad superheroica para cubrir su identidad civil, Superman es su propia identidad real y Clark Kent el disfraz bajo el que la oculta y que en él refleja su visión del ser humano: Torpe, débil, inseguro, cobarde… Está crítica se desarma con una mirada rapida al All-Star Superman de Morrison y Quitely, donde en una sola secuencia muestran la efectividad de ese disfraz como arma y su efectividad al poner de frente a Clark con su mayor enemigo y que este ni siquiera lo vea. 

Otra cosa que solemos echar en cara al personaje en esa fase es su carácter imperialista. En algún momento de su historia “the American Way” se coló en su busqueda de verdad y justicia y desde entonces le pesa como el plomo. No ayuda que una obra tan importante dentro de la memoria deceita como El Regreso del Caballero Oscuro, de Frank Miller, acercase a Supes al reaganismo y lo transformase, todavía más, en un abanderado de las barras y estrellas. Pero no podemos olvidar que Kal-El es un inmigrante, un refugiado, uno con la tremenda suerte de dar con una buena familia, tener el tono de piel “adecuado” y encima contar con habilidades extraordinarias. En muchas ocasiones se convierte en un héroe patriótico (el historial bélico de EEUU así lo pide), pero también renuncia ante la injusticia y la corrupción de sus valores, al igual que pasa en muchas ocasiones con el Capitán América, otro que con razón cae a veces en la crítica antiimperialista. Además de inmigrante, la educación de Clark por parte de los Kent le lleva a estar siempre de parte del desfavorecido.

Superman es el primer superhéroe, el arquetipo a partir del cual se han forjado el resto por reflejo o contraposición. Esto ya de por sí valdría para ponerlo en valor. Pero además cuenta con el mayor poder de todos. Y es que, más allá de vuelo, superfuerza, supervelocidad, rayos ópticos o aliento helador, su superpoder principal es la superhumanidad (o la empatía, como cuenta David Rubín en la historia recientemente publicada por ECC, buscando siempre entender que sienten los demás). Superman es alguien venido de fuera y capaz de ver lo mejor del ser humano, de convertirse a la vez en defensor e inspirador. Inalcanzable, como ideal que es, pero una luz que nos guia para ser mejores como individuos y como sociedad, ayudando a quienes más lo necesitan.

Seguimos necesitando héroes. En tiempos extraños y oscuros como los que vivimos es necesario, de vez en cuando, despojarse de la mirada cínica y buscar un referente más puro y luminoso. Y, aunque cambien las historias, ahí tendremos siempre a Superman.

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